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EL COVID-19 Y EL NUEVO DESPERTAR DE LA ECONOMÍA VERDE

Fábricas cerradas, autopistas vacías, calles desérticas… son estampas que se repiten en todo el mundo a medida que la pandemia de coronavirus avanza inexorablemente. El parón brusco de las actividades humanas tiene, paradójicamente, un gran beneficiado: el medio ambiente.

El descenso de la cantidad de desplazamientos en vehículos a motor, la disminución de la producción industrial y el consumo se traduce en menos contaminación, aguas más limpias y cielos más claros. Desde China hasta Venecia, Barcelona o Madrid, estos son algunos de los efectos secundarios positivos de la crisis sanitaria.

Parece probable que la recesión económica mundial inducida por el coronavirus provoque que las emisiones de dióxido de carbono disminuyan este año, la primera vez desde la crisis financiera de 2009, con una proyección que predice una disminución anual general que va del 0.3% al 1.2%. Algunos ven esto como un lado positivo de la crisis, y las imágenes satélites de la NASA sobre la reducción de la contaminación en China son realmente notables. Una caída de emisiones del 25% durante cuatro semanas de encierro, sugiere cómo podría ser un futuro impulsado por energía limpia.

Descenso de emisiones en Madrid

Descenso de emisiones en Barcelona

 

Pero esta es la lección equivocada que se puede extraer de esta caída en las emisiones. El hecho de que requiera una pandemia mundial con miles de muertes, un aumento rápido del desempleo y grandes cantidades de dislocación económica para reducir las emisiones en una cantidad relativamente pequeña, debería ser una llamada de atención más a la escala del desafío climático y la complejidad de resolverlo.

Lo primero es lo primero: necesitamos controlar la pandemia de coronavirus y salvar vidas. Pero a medida que salimos de esta emergencia de salud global y comenzamos a apuntalar nuestra economía maltratada, existe una gran oportunidad para convertir el virus en una virtud para el planeta y volver a poner a las personas a trabajar.

 

La acción climática es clave para la recuperación económica y la prosperidad a largo plazo

El cambio climático ha sido declarado una emergencia global, sin embargo, hasta la fecha, el mundo no ha logrado abordarlo.

El brote global de COVID-19 muestra sin lugar a dudas que los gobiernos tienen la capacidad de tomar medidas urgentes y radicales para contener las crisis. Esto no será fácil y requiere que todos nosotros participemos. Sin embargo, a medida que salimos de esta crisis inmediata, debemos tener claro que responder a la recesión económica a corto plazo con malas inversiones a largo plazo no tendría sentido. En cambio, tenemos la oportunidad de utilizar medidas de estímulo para impulsar el crecimiento después de la crisis de salud de COVID-19 para frenar la contaminación del aire y ayudar a abordar la crisis climática.

Las oportunidades para hacerlo, dados los nuevos desarrollos con tecnologías limpias y sus costos decrecientes, nunca han sido mejores.

Si bien las restricciones sobre los viajes y las reuniones grandes son desafiantes, a su vez también pueden ayudarnos a cambiar nuestro propio comportamiento hacia el trabajo, la educación y los patrones de viaje que son mucho más sostenibles, incluido el reconocimiento de las oportunidades y los beneficios más amplios del teletrabajo y las reuniones virtuales. Ahora nos vemos obligados a restablecer nuestros hábitos, pero debemos usar esto como un momento de aprendizaje a medida que salimos de la crisis.

Los desafíos globales requieren cambios sistémicos, cambios que solo pueden ser activados por el gobierno o las empresas. Pero también requieren cambios de comportamiento individuales.

Habrá un antes y un después en la manera en la que demandamos energía.

Si nos paramos a pensar, ahora mismo hay millones de personas confinadas en sus hogares, recurriendo al teletrabajo para hacer su trabajo, sitios de comercio electrónico para hacer sus compras y plataformas streaming para encontrar entretenimiento.  Existe una demanda de energía creciente que necesita un suministro de electricidad confiable y sostenible que respalde todos estos servicios, además de alimentar los dispositivos que la mayoría de nosotros damos por sentado, como refrigeradores, lavadoras y bombillas.

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La gente optará por sistemas de climatización y suministro de energía renovable (aerotermia, geotermia, fotovoltaica…) que no afectará a su bolsillo ante cambios de precio en el mercado y estará contribuyendo al bien común con la reducción de emisiones de gases contaminantes.

Espero que la conmoción de esta pandemia sacuda a la gente de su deseo de ignorar problemas globales como el cambio climático, que nuestro creciente sentido de urgencia, solidaridad, terco optimismo y empoderamiento para actuar, sea algo que surja de esta terrible situación. Porque si bien, eventualmente, volveremos a la normalidad después de esta pandemia, el clima que conocemos como normal nunca volverá.